Activación del pensamiento, para el aprendizaje

Activación del pensamiento, para el aprendizaje

 

En el proceso de aprender día a día vivimos actualizaciones que hacen más efectivo el aprendizaje en niños, niñas y adolescentes e incluso en los proceso de capacitación para los adultos. Hoy sabemos que enseñar no es dar un cúmulo de conceptos e información para su adquisición y posterior referencia. Enseñar es generar competencias, habilidades y destrezas a partir de aportar información y entrenar a su dominio. Por ello será vital empezar por entender la base de la enseñanza que es el aprendizaje. Siendo la definición de aprendizaje: “adquisición del conocimiento de algo por medio del estudio, el ejercicio o la experiencia. Tiempo que se tarda en aprender algo”.

 

Por lo tanto, como adultos formadores (padres o maestros) debemos contar con los recursos más efectivos que garanticen el desarrollo del potencial infantil y adolescente. Revisando a los diferentes autores (pedagogos, psicólogos, neurólogos, científicos, educadores) dedicados a ello, que nos insisten en el gran potencial del cerebro humano la mente, y que evidencian en sus investigaciones cómo impacta la forma en que aprendemos desde la infancia para nuestro desempeño futuro. La pregunta que surge entonces es: ¿Qué tenemos que hacer para potenciar la mente infantil? ¿Existe algo práctico y claro? ¿Cómo romper la brecha disfuncional entre la teoría y la práctica? ¿Cómo hacemos para activar en la mente el pensamiento?

 

Para todos es claro que la clave ya no es aprender mucha información, a ella siempre tendremos acceso con un “clic”, y aunque puede ser confiable o no, la información de todo tipo ahí está. Lo importante entonces será, qué utilidad le damos a dicha información y más aún cómo la usamos, lo hacemos de manera proactiva y productiva o por el contrario que solo como un reservorio cultural. La clave es: “Aprender a Pensar”, pensar para aprender y comprender, formando así hábitos mentales desde la infancia.

 

Hoy todos necesitamos ser sujetos de mente abierta, participativos, colaboradores, éticos y con habilidades de pensamiento bien desarrolladas. Favoreciendo con ello la toma de buenas decisiones, que den valor a lo que somos y hacemos. Empecemos entonces por adquirir “hábitos mentales” el recurso inicial para “aprender a pensar”.

 

¿Cómo lograrlo? Ya lo decía María Montessori otorguemos a nuestros niños, niñas y adolescentes un “ambiente preparado” que garantice el aprendizaje y en el cual a través de la accesibilidad y la experimentación, le abonemos a otro vital recurso en la instalación de los hábitos mentales: las “rutinas”. Entendidas las rutinas, como el proceso que consolida un aprendizaje y forma un patrón de comportamiento. Para asegurar que las rutinas se vuelvan hábitos y no solo actividades repetitivas, es primordial hacer el “pensamiento visible”. Puesto que no estamos haciendo referencia únicamente a la estructuración y normativa de las actividades diarias como lo son: la rutina de higiene, orden, sueño, alimentación deberes, etc. Sino a un proceso más complejo y enriquecedor.

 

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